SAN FRANCISCO DEL CABO
Hay lugares que uno ni siquiera sabe que existen, que están fuera de paso de cualquier ruta pero que una vez visitados dejan una sensación de nostalgia de volver a ellos. Así es El Cabo, una pequeña comunidad bañada por el océano Pacífico, ubicada en el cantón Muisne de nuestra costa esmeraldeña. Cuando uno embarca en Muisne, se le hace imposible creer que a sólo 10 Km se encuentra este privilegiado rincón, ahora abandonado, de la geografía nacional. Y más imposible aún comprobar cúanto se tarda en recorrer esta corta distancia a San Francisco del Cabo, cuya existencia data de 1861. Pero, ¿cómo explicar ésto? La razón es sencilla: la vía a la costa, su acceso por carretera, se halla completamente destruida desde hace 8 años, y la reciente presencia del fenómeno climatológico del Niño no ha hecho más que empeorar las cosas. Encontramos, pues, que la vía marítima es la forma de acceso más común al lugar, al que también se puede llegar parte a pie y parte por mar, como lo hicimos nosotros, el equipo de investigación del reportaje. Así, partimos una soleada mañana de Mayo desde Muisne, rumbo a El Cabo, junto con otros pasajeros que se dirigían a las diferentes parroquias de la zona.
Eso no nos impedirá, sin
embargo, disfrutar de nuestra estancia y conocer de cerca, en compañía de la
gente del lugar, los problemas que acosan a este olvidado paraje del Ecuador
, que no son pocos. En este punto, es
la ´Fundación para el Desarrollo de San Francisco del Cabo´, una organización creada en 1986 con sede en
Quito, la que junto a la Cruz Roja Suiza intenta paliar la desidia de las autoridades,
dotando a la localidad de infraestructura
básica principalmente en áreas de salud y educación. Esta magnífica iniciativa
fue emprendida por un grupo de profesionales ecuatorianos tales como el doctor
Ricardo Torres y su mujer, María Berrini , Amanda Páez, el finado Cornelio Castillo,
el doctor Stacey, y
Amílcar Albán, representante de la Cruz Roja Suiza en el Ecuador, y se incluyó
al Municipio como contraparte. Junto con algunos miembros del pueblo iniciamos, pues, el recorrido por San Francisco del Cabo.
En primer lugar, observamos el aislamiento que sufren sus casi 1000
habitantes, que dependen totalmente de Muisne, la cabecera cantonal, para sobrevivir.
Es allá donde los pescadores del pueblo venden todo sus mariscos y pescado,
y a donde tienen que acudir en caso de emergencia médica. El mar es,
pues, además de fuente productora de
vida y riqueza para los cabeños, una vía importantísima
de comunicación, la única, entre San Francisco y el exterior. En Muisne,
principal vínculo económico de sus moradores, se abastecen de artículos de primera
necesidad y comercializan sus productos agrícolas y pesqueros obtenidos en El
Cabo, donde el 40% de la población está dedicada también a la Agricultura: plantaciones
de café y cacao, sembríos de caña de azúcar, maíz, papas, árboles de papaya,
mango… Una exhuberante vegetación rodea las casas cabeñas, que están construidas
de madera y bloque, con cubierta de cade, la hoja de la tagua.
Caminando por la calle principal, escuchamos, a fuerte volumen, una
canción en la radio, y nos comentan que entran
en la comunidad emisoras especialmente de Esmeraldas, Santo Domingo de los Colorados
y Manabí , y que los canales de televisión son difíciles de sintonizar debido
a su ubicación. De la misma forma, si un cabeño desea leer el periódico, comunicarse
telefónicamente o por correo tiene que trasladarse hasta Muisne.
Toda la gente nos saluda
al pasar- es raro ver a un forastero en El Cabo-, y a cada paso sale el característico espíritu vivaz y expresivo de
la costa. Así, conversando por la única calle del pueblo, un camino de tierra,
vamos a dar a la casa de la señora Albita, la dueña de la pensión de la localidad.
Ella es precisamente una de las personas afectadas directamente por la dificultad de acceso al
lugar, ya que perdió a su hija en uno de estos viajes: ´Mi hija se ahogó en
el naufragio de un bote cuando regresaba
de Muisne, del médico´, nos relata esta afable mujer que nos dio de comer en
su posada. ´ Yo pediría a todas las instancias del Gobierno, a la Secretaría
de Estado, a quien competa, que solucionen la situación que estamos padeciendo´,
recalca con razón esta mujer cabeña. Una de las
tantas tragedias que suceden en la mar, y peor cuando los cabeños están
a expensas de los caprichos de las fuertes corrientes oceánicas que azotan sus
orillas.
Sin embargo, en todos estos años que lleva trabajando la´ Fundación
para el Desarrollo de San Francisco del Cabo´, plenamente aceptada por el pueblo,
bastantes cosas han cambiado en el lugar; hasta el momento, ya está en
marcha el programa de ayuda a la educación implementado en la escuela primaria
¨Eugenio Espejo´ , ubicada frente a la playa, que presta
sus servicios en esta localidad de la costa esmeraldeña desde hace 30
años. Gracias a los esfuerzos de esta
organización, está por culminarse la construcción de nuevas aulas en el mismo
lugar que den cabida a más niños. Según Nixon León, el director de la escuela,
“uno de los mayores problemas es que cada año aumenta la cantidad de niños que
ingresan, este año ya hay 234 niños matriculados”.
Actualmente, según la nueva
reforma educativa, son de primero a
séptimo los años lectivos, y alumnos
de 5 a 12 años reciben diariamente sus lecciones en este pueblito, aunque la
escuela acepta niños de hasta 16 años. Además, la escuela no siempre se beneficia del llamado ´programa de desayuno
escolar´. Este programa, propulsado
por el Gobierno, les proporciona una taza de colada y 3 galletas
de coco al día, una motivación añadida para ir a la escuela, aunque los niños
no siempre reciben esta ayuda a la que se comprometió el Ministerio de
Educación y Cultura junto con el PNUD, el programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo.
En cambio, resaltamos la
entusiasta disposición de los 6 profesores
del centro, que continúan en su empeño de escolarizar a estos muchachos a pesar
del ínfimo sueldo que perciben. Tuvimos la oportunidad de conversar ampliamente,
la mañana en la que visitamos la escuela “Eugenio Espejo”, con el señor León,
que nos comentó: “ Tenemos
muchas dificultades porque faltan profesores
e ignoramos los motivos de la dirección de Educación , que no nos asigna el
número completo que necesitamos “. A ésto se suma la escasez de mobiliario y
de material lectivo, complemento indispensable
para que puedan alfabetizarse los niños de esta comunidad sin recursos y crear
una fuerza de trabajo en el futuro, como apunta el profesor Castillo: ” Sin educación
no hay desarrollo, y si los chicos se quedan al margen nunca podrán ayudar a
prosperar a su pueblo. Muchos tienen
que trasladarse a Muisne o a Esmeraldas para cursar el octavo año”.
Sin
embargo, existe una buena alternativa para los
niños que se quedan en San Francisco , ya que tendrán la ocasión de ingresar,
además, en otro centro educativo que funciona
desde 1982 en la comunidad, el
“Colegio técnico- agropecuaria de San Francisco del Cabo”, una interesante propuesta
hecha realidad que pretende configurarse,
en el futuro, junto con la colaboración
de la ´Fundación para el desarrollo de San Francisco del Cabo´,
en una microempresa autofinanciada y dar , por consecuencia, un puesto
de trabajo a los alumnos. Allá nos dirigimos, saliendo un poco del pueblo, caminando
al borde de las granjas circundantes. Pero,
¿de qué manera se puede convertir una escuela en un centro de creación de empleo?
En la actualidad, este colegio
da cabida a 51 alumnos de 13 a 20 años que reciben capacitación en materias
como zootecnia, defensa sanitaria, administración de granjas, biología, topografía
o química, un programa completo que familiariza a los estudiantes
con su medioambiente y les permite, además, usar un laboratorio de ciencias
naturales . De este modo, según nos
conversaba el señor José Antonio Cedeño, rector de la institución, se pretende aplicar junto con la Fundación dos programas en concreto
: “Queremos crear una planta procesadora de harina de pescado y trabajar
cultivos de maíz y yuca en los campos anexos a la escuela con el fin de desarrollar
una producción propia que permita comercializar los insumos”. El otro proyecto
se refiere a restaurar un galpón
que está a la intemperie con el fin de poder ampliar las aulas escolares para
que los estudiantes reciban la docencia más pedagógicamente. Según apunta el señor Cedeño, “con la ayuda de la Fundación para
el Desarrollo San Francisco del Cabo tendremos una proyección mayor, e incluso
los alumnos vendrían desde Muisne y otros sectores”.
Desafortunadamente, el esfuerzo
de esta instancia de ayuda social y
otras fuerzas vivas que conforman la
localidad, reunidas en
la Junta de Defensa Civil, resulta insuficiente para reparar las enormes
carencias de esta comunidad, donde todos sus habitantes se abastecen del agua
de la lluvia debido a que al agua de las vertientes de río y de los pozos no siempre se le da el tratamiento
adecuado para el consumo humano. Comprobamos entonces que aunque algunas
familias tienen su propio pozo en casa, el acarreo
del líquido vital de los pozos públicos
supone una labor extremadamente penosa para todos los hombres, mujeres
y sobre todo niños de San Francisco . Una de
las cuestiones prioritarias es, pues,
rehabilitar el sistema de agua potable, para
lo cual algunos miembros de la Fundación
han realizado reuniones informativas con los habitantes del pueblo. Para mencionar
un dato doloroso , en El Cabo hay únicamente
una letrina para cada 10 personas, y al encontrarse en un estado deplorable y rodeadas
de animales domésticos, no ofrecen ninguna garantía para la salud.
Además de esto, los desperdicios se encuentran por doquier, en cualquier
quebrada, y los casi 1000 habitantes
no disponen de ningún servicio de eliminación de desechos orgánicos ni inorgánicos,
con lo que los cabeños botan la mitad
de las basuras al mar o al río, y queman la otra mitad.
El problema, sin embargo, no es exclusivo de esta
comunidad costeña, sino que ocurre a nivel nacional debido a que en el
Ecuador no hay una política concreta
por parte del Gobierno en cuanto a la eliminación de residuos, ni de la distinción
del tratamiento respecto a las basuras según sus cualidades biodegradables.
A causa de la falta de sistemas de saneamiento proliferan, entonces,
las enfermedades en el país, y la dificultad se agrava cuando las cifras
de muertes que se llegan a saber son con frecuencia subregistros de la realidad,
es decir, no se corresponden con el número real , que suele
ser más elevado. Enfermedades que, en una pequeña comunidad como El Cabo, han llegado a causar la
muerte de 6 personas por la malaria en pocos meses, la fiebre tifoidea y la
bronquitis, y hasta el mes de Agosto de 1998, se habían registrado ya 15 casos de paludismo
en el pueblo, una cantidad sensiblemente menor a la registrada en 1997, con
20 casos, todavía reciente el fenómeno del Niño. Según nos informa el doctor
del Seguro Social Campesino, “ con la
corriente del Niño aumentan las enfermedades, el agua y el ambiente se dañan,
y el paludismo se da más en tiempo lluvioso”. Uno de los aciertos en
este campo ha sido la creación de “brigadas médicas”
por parte de la “Fundación para el desarrollo de San Francisco del Cabo”
que, con la participación de la FOIN, la Federación de indígenas del Oriente,
ha aportado medicinas y personal médico,
una iniciativa inédita en el Ecuador que permite una comunicación directa y
recíproca entre el Oriente y la Costa.
Otras enfermedades comunes en el lugar son la tuberculosis y la anemia,
así como las afecciones de la piel. El problema más grave sigue siendo, sin
embargo, la falta de medicinas. Así nos lo recuerda Lastenia Cimisterra, enfermera
del Seguro Social Campesino , a la que
visitamos mientras caminamos por la calle principal del pueblo y vemos el local,
creado hace cuatro años, en el que no existe un equipo de primeros auxilios y a donde no siempre llegan los medicamentos
gratuitos acordados que deberían de beneficiar a 120 familias.:”La gente acude
al dispensario cuando hay medicinas, y en estos momentos llevamos más de 6 meses
esperando el suministro, que no llega “. Por fortuna, los cabeños se benefician de la “farmacia popular”, una
donación de UNICEF que funciona en el Subcentro de Salud por medio del siguiente mecanismo: los medicamentos
donados se venden a un precio módico y el dinero va a una libreta de ahorros
que sirve para comprar las medicinas
que requiere la comunidad.
En todo caso, otro grave problema es que la gente se automedica
en San Francisco, y no existe ningún tipo de control sobre esto, y menos en
caso de apuro: “La emergencia es por la noche, y como se dice aquí en ocasiones
al tanteo no más se le da la pastilla”. En cuanto al número de pacientes, Lastenia
nos indica: “ Son 30 las personas que atiende el médico diariamente, y más cuando estoy sola”.
En consecuencia, como apuntábamos
anteriormente, toda emergencia se la atiende en Muisne, pese a la distancia
y lo difícil de la movilización. En
este sentido, se presentó al Municipio de Muisne una idea cómoda y barata como
medio de transporte: un carro tirado por caballos, proyecto que fue rechazado
. Pero lo verdaderamente inusual
es el equipo de odontología entregado al pueblo por la´ Fundación para
el desarrollo San Francisco del Cabo´ y la Cruz Roja suiza, un servicio
inexistente en la mayoría de los pueblitos del Ecuador. Por
otra parte, quizá se esté dando una importancia excesiva al medicamento, muy
necesario siempre, y no tanto a la prevención de las enfermedades.
Referente a
la medicina popular, por ejemplo, sus prácticas gozan de gran acogida
entre los cabeños, especialmente entre las mujeres de la comunidad, ya que son
éstas, al igual que en otros tantos lugares, las portadoras de este tradicional
conocimiento. Así nos lo transmite la enfermera Lastenia : “En San Francisco
del Cabo , la gente combina la medicina facultativa con el saber ancestral
de curanderos y comadronas que
aportan su conocimiento”.
Para curar se utilizan, entonces, hierbas, “montecito”
como el paico contra los parásitos, hoja de guanábano para combatir la gripe,
o la hierba llamada concha de la virgen para el mal de ojo, remedios caseros
baratos y efectivos. Por ejemplo, al momento del parto, todavía existe el temor por parte de las mujeres
de hacerse atender por el médico, y acuden principalmente
a las 10 parteras que atienden en el pueblo.
Continuamos,
pues nuestra ruta a través de San Francisco de
El Cabo deteniéndonos en esta ocasión frente a las tranquilas aguas del
río San Francisco que baña el lugar, y desde allá
vemos cómo regresan de su faena, sobre
las cinco de la tarde, los pescadores. Con ellos cargan la corvina, el pargo,
el guato, el toyo, y una enorme lisa que acaban de capturar hoy en la mar. Casi
toda la pesca la venderán en Muisne, donde la libra de pescado se paga
a 4000 sucres, el doble de lo que cuesta
en El Cabo. En el mercado, además, la presencia del intermediario perjudica
gravemente las expectativas de superación de los verdaderos trabajadores de
mar.
Para
contrarrestar las pérdidas, los pescadores de El Cabo se han organizado en cooperativas
de ahorro y crédito, y cuando arriban las barcas, aprovechamos la ocasión de
conversar con el presidente de la ”Cooperativa de pescadores 3 de Mayo”,
el señor Jordán Figueroa, que nos pone al corriente de las dificultades
que atraviesa este sector clave en la economía cabeña: ´Con la crisis, los precios
del combustible se han disparado y ya no resulta rentable salir a alta mar.
Más cuentan los fletes que el producto mismo”.
Encontramos, pues, que en
los buenos meses de pesca, de Octubre a Febrero, un pescador puede ganar un
promedio de 2 millones mensuales, pero en temporada baja gana únicamente unos
500.000 sucres máximo; estas ganancias
se reparten a medias, una vez separados los gastos de combustible y otros, el dueño de la embarcación y los pescadores,
que suelen ser normalmente tres. En este contexto, quizá lo que más perjudica
es la falta de créditos para expandir la actividad pesquera, e incluso para
reponer, en muchos casos, los instrumentos de trabajo. Un poco más adentro en el río, divisamos tres
camaroneras, que se han instalado aprovechando sus aguas. La industria del camarón,
de grave e irreversible impacto ecológico, está afortunadamente poco desarrollada en San Francisco
del Cabo si comparamos con lo que acontece en Bunches, que es el recinto más
grande de esta parroquia, donde queda más manglillo que árbol de mangle propiamente
dicho.
Bordeando
el río, nos adentramos de nuevo en el pueblo y nos vamos de largo, caminando
por los senderos, donde vemos unos espectaculares pavos y un agricultor nos ofrece unas deliciosas toronjas para apagar la
sed. Disfrutamos, en nuestro paseo, de la visión de cocoteros, árboles de guaba,
chontaduro y mamey, sapote y guineo.
Vemos, asímismo, que la actividad agrícola-
ganadera, el otro sector productivo importante para los habitantes de El Cabo,
está en la actualidad en las peores condiciones debido en parte a la
acometida del fenómeno del Niño, que anegó cantidad de hectáreas de tierras
sembradas e inutilizó otras destinadas a la siembra. Imagínense el caso del
cacao, que se cosecha cada 3 o 4 años, y cada quintal
cuesta 130.000 sucres como máximo en San Francisco del Cabo, una gran pérdida para los campesinos. El verde,
el arroz, y la caña de azúcar para hacer guarapo son , junto a la yuca , el
gimbe y el camote, los productos típicos de esta tierra costeña, la alimentación
básica de los cabeños.
Sin embargo, a un lado y otro del
hermoso camino vemos grandes huecos en la vegetación, constatamos entonces
que la tala de madera se viene
haciendo de forma indiscriminada, sin reforestación de este importante recurso.
Acá tenemos maderas duras y finas como la caoba, el laurel y el guayacán, utilizadas
para la confección de muebles, y otras menos duras como el nasde,
la jagua, el matapalo, la madera de sándalo, de ovo,
de pechiche, de palo amarillo, o de guayabo. Una inmensa variedad, por
lo tanto, de riqueza forestal que está sobreexplotada por la industria maderera
en esta zona del Ecuador.
Regresamos, pues, a nuestro punto de partida, con la amenaza
de la lluvia que enloda los senderos, y damos por finalizado nuestro recorrido
conversando con los cabeños sobre la falta de confianza en las instituciones
gubernamentales y de otra índole que han venido prometiendo, a través de los
años, unas mejoras que han resultado ser únicamente un punto que se reiveindica
en época de campañas electorales, en el contexto de las prácticas políticas
corruptas y el cansino discurso de la demagogia. A pesar de todo,
la gente de San Francisco del Cabo espera las mejoras y continúa, junto
con la colaboración de organizaciones que, como la ´Fundación para el desarrollo
de San Francisco del Cabo´ sí están realizando, además de proporcionar ayuda
económica directa, acciones concretas como talleres y cursos de capacitación, y una labor positiva a la búsqueda de factores que, al igual que fomentar el trabajo comunal, permitan
a la población mejores formas
de convivencia y refuercen sus valores culturales y de tradición sin dejar
de lado una necesaria implementación de tecnología.