SAN FRANCISCO DEL CABO

Hay lugares que uno ni siquiera sabe que existen, que están fuera de paso de cualquier ruta  pero que una vez visitados dejan una sensación  de nostalgia de volver a ellos.  Así es El Cabo, una pequeña comunidad  bañada por el océano Pacífico, ubicada en el cantón Muisne de nuestra  costa esmeraldeña. Cuando  uno embarca en Muisne, se le hace imposible creer que a sólo 10 Km se encuentra este privilegiado rincón, ahora abandonado, de la geografía nacional. Y más imposible aún comprobar cúanto se tarda en recorrer esta corta distancia a San Francisco del Cabo, cuya existencia data de 1861. Pero, ¿cómo explicar ésto? La razón es sencilla: la vía a la costa, su acceso por carretera, se halla completamente destruida desde hace 8 años, y la reciente presencia del fenómeno climatológico del Niño no ha hecho más que empeorar las cosas.  Encontramos, pues, que la vía marítima es la forma  de acceso más común al lugar, al que también se puede llegar parte a pie y parte por mar, como lo hicimos nosotros, el equipo de investigación del reportaje. Así, partimos una soleada mañana de Mayo desde  Muisne, rumbo a El Cabo, junto con otros pasajeros que se dirigían a las diferentes parroquias de la zona.

 

Desde la barcaza se pueden divisar los majestuosos palmerales, las salvajes playas bordadas de manglares, sustento y riqueza  en extinción de estas tierras. Ante nuestros ojos aparece  Bunches, tan sólo un haz  verde de palmeras en la lejanía. En la primera parada rebasamos la bocana, el paso del río hacia el mar,  que no parece muy fiero hoy día, aunque siempre hay que desconfiar. Dejamos atrás a algunas gentes que se quedan en el camino, y  continuamos nuestro viaje a pie para coger una nueva barca, esta vez una canoa , que nos trasladará al otro lado del pequeño canal que atravesamos. Aparentemente, este tramo se podría cruzar andando o nadando, ya que cubre muy poco, pero no es nada recomendable.  Así, desembarcamos en una inmensa playa, que nos llevará hacia  nuestro destino final. Continuamos nuestro trayecto caminando, y a lo lejos podemos contemplar el Cabo, ese misterioso saliente de tierra sobre el océano, y el río San Francisco, a los que debe su nombre el poblado. Para mi sorpresa, el clima ha cambiado, ya no luce el sol y un mar de nubes se ciernen sobre El Cabo. Parece que es un fenómeno habitual en el lugar, donde se crea una especie de microclima, a menudo lluvioso. ¡Qué pena! no podremos avistar las focas, que salen a  la superficie únicamente cuando brilla el sol.

Eso no nos impedirá, sin embargo, disfrutar de nuestra estancia y conocer de cerca, en compañía de la gente del lugar, los problemas que acosan a este olvidado paraje del Ecuador , que no son pocos. En este punto,  es la ´Fundación para el Desarrollo de San Francisco del Cabo´,  una organización creada en 1986 con sede en Quito, la que junto a la Cruz Roja Suiza intenta paliar la desidia de las autoridades, dotando a la localidad de  infraestructura básica principalmente en áreas de salud y educación. Esta magnífica iniciativa fue emprendida por un grupo de profesionales ecuatorianos tales como el doctor Ricardo Torres y su mujer, María Berrini , Amanda Páez, el finado Cornelio Castillo, el doctor Stacey,  y  Amílcar Albán, representante  de la Cruz Roja Suiza en el Ecuador, y se incluyó al Municipio como contraparte. Junto con algunos  miembros del pueblo iniciamos, pues,  el recorrido por San Francisco del Cabo.

 En primer lugar, observamos el aislamiento que sufren sus casi 1000 habitantes, que dependen totalmente de Muisne, la cabecera cantonal, para sobrevivir. Es allá donde los pescadores del pueblo venden todo sus mariscos y pescado,   y a donde tienen que acudir en caso de emergencia médica. El mar es, pues,  además de fuente productora de vida y riqueza para los cabeños, una vía importantísima  de comunicación, la única, entre San Francisco y el exterior. En Muisne, principal vínculo económico de sus moradores, se abastecen de artículos de primera necesidad y comercializan sus productos agrícolas y pesqueros obtenidos en El Cabo, donde el 40% de la población está dedicada también a la Agricultura: plantaciones de café y cacao, sembríos de caña de azúcar, maíz, papas, árboles de papaya, mango… Una exhuberante vegetación rodea las casas cabeñas, que están construidas de madera y bloque, con cubierta de cade, la hoja de la tagua.

 Caminando por la calle principal, escuchamos, a fuerte volumen, una canción en la radio, y nos comentan que  entran en la comunidad emisoras especialmente de Esmeraldas, Santo Domingo de los Colorados y Manabí , y que los canales de televisión son difíciles de sintonizar debido a su ubicación. De la misma forma, si un  cabeño desea leer el periódico, comunicarse telefónicamente o por correo tiene que trasladarse hasta Muisne.

Toda la gente nos saluda al pasar- es raro ver a un forastero en El Cabo-, y  a cada paso  sale el  característico espíritu vivaz y expresivo de la costa. Así, conversando por la única calle del pueblo, un camino de tierra, vamos a dar a la casa de la señora Albita, la dueña de la pensión de la localidad. Ella es precisamente una de las personas afectadas  directamente por la dificultad de acceso al lugar, ya que perdió a su hija en uno de estos viajes: ´Mi hija se ahogó en el naufragio de  un bote cuando regresaba de Muisne, del médico´, nos relata esta afable mujer que nos dio de comer en su posada. ´ Yo pediría a todas las instancias del Gobierno, a la Secretaría de Estado, a quien competa, que solucionen la situación que estamos padeciendo´,  recalca  con razón esta mujer cabeña.  Una de las  tantas tragedias que suceden en la mar, y peor cuando los cabeños están a expensas de los caprichos de las fuertes corrientes oceánicas que azotan sus orillas.

Sin embargo, en  todos estos años que lleva trabajando la´ Fundación para el Desarrollo de San Francisco del Cabo´, plenamente aceptada por el pueblo,   bastantes cosas han cambiado en el lugar; hasta el momento, ya está en marcha el programa de ayuda a la educación implementado en la escuela primaria ¨Eugenio Espejo´ , ubicada frente a la playa, que presta  sus servicios en esta localidad de la costa esmeraldeña desde hace 30 años. Gracias  a los esfuerzos de esta organización, está por culminarse la construcción de nuevas aulas en el mismo lugar que den cabida a más niños. Según Nixon León, el director de la escuela, “uno de los mayores problemas es que cada año aumenta la cantidad de niños que ingresan, este año ya hay 234 niños matriculados”.

 Actualmente,  según la nueva reforma educativa,  son de primero a séptimo los años lectivos,  y alumnos de 5 a 12 años reciben diariamente sus lecciones en este pueblito, aunque la escuela acepta niños de hasta 16 años. Además, la escuela no siempre  se beneficia del llamado ´programa de desayuno escolar´. Este programa,  propulsado  por el Gobierno,  les proporciona una taza de colada y 3 galletas de coco al día, una motivación añadida para ir a la escuela, aunque los niños  no siempre reciben esta ayuda a la que se comprometió el Ministerio de Educación y Cultura junto con el PNUD, el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

 

En cambio, resaltamos la entusiasta disposición de los 6  profesores del centro, que continúan en su empeño de escolarizar a estos muchachos a pesar del ínfimo sueldo que perciben. Tuvimos la oportunidad de conversar ampliamente, la mañana en la que visitamos la escuela “Eugenio Espejo”, con el señor León, que nos comentó: “ Tenemos muchas dificultades porque  faltan profesores e ignoramos los motivos de la dirección de Educación , que no nos asigna el número completo que necesitamos “. A ésto se suma la escasez de mobiliario y de  material lectivo, complemento indispensable para que puedan alfabetizarse los niños de esta comunidad sin recursos y crear una fuerza de trabajo en el futuro,  como apunta el profesor Castillo: ” Sin educación no hay desarrollo, y si los chicos se quedan al margen nunca podrán ayudar a  prosperar a su pueblo. Muchos  tienen que trasladarse a Muisne o a Esmeraldas para cursar el octavo año”.

Sin embargo, existe una buena alternativa para los  niños que se quedan en San Francisco , ya que tendrán la ocasión de ingresar, además, en otro centro educativo que funciona  desde 1982 en  la comunidad, el “Colegio técnico- agropecuaria de San Francisco del Cabo”, una interesante propuesta hecha realidad que pretende  configurarse, en el futuro,  junto con la colaboración de la ´Fundación para el desarrollo de San Francisco del Cabo´,  en una microempresa autofinanciada y dar , por consecuencia, un puesto de trabajo a los alumnos. Allá nos dirigimos, saliendo un poco del pueblo, caminando al borde de las granjas circundantes.  Pero, ¿de qué manera se puede convertir una escuela en un centro de creación de empleo?

En la actualidad, este colegio da cabida a 51 alumnos de 13 a 20 años que reciben capacitación en materias como zootecnia, defensa sanitaria, administración de granjas, biología, topografía o química, un  programa completo que familiariza a los estudiantes con su medioambiente y les permite, además, usar un laboratorio de ciencias naturales .  De este modo, según nos conversaba el señor José Antonio Cedeño, rector  de la institución, se pretende aplicar  junto con la Fundación dos programas en concreto : “Queremos crear una planta procesadora  de harina de pescado y  trabajar cultivos de maíz y yuca en los campos anexos a la escuela con el fin de desarrollar una producción propia que permita comercializar los insumos”. El otro proyecto  se refiere  a restaurar un galpón que está a la intemperie con el fin de poder ampliar las aulas escolares para que los estudiantes reciban la docencia más pedagógicamente.  Según apunta el señor Cedeño, “con la ayuda de la Fundación para el Desarrollo San Francisco del Cabo tendremos una proyección mayor, e incluso los alumnos vendrían desde Muisne y otros sectores”.

Desafortunadamente, el esfuerzo de esta instancia de ayuda social  y otras fuerzas vivas que  conforman la localidad,  reunidas en  la Junta de Defensa Civil,  resulta insuficiente para reparar las enormes carencias de esta comunidad, donde todos sus habitantes se abastecen del agua de la lluvia debido a que al agua de las vertientes de río  y de los pozos no siempre se le da el tratamiento adecuado para el consumo humano. Comprobamos entonces que aunque algunas  familias tienen su propio pozo en casa, el acarreo  del líquido vital de los pozos públicos  supone una labor extremadamente penosa para todos los hombres, mujeres y  sobre todo niños de San Francisco . Una de las cuestiones  prioritarias es, pues, rehabilitar el sistema de agua potable,  para lo cual algunos  miembros de la Fundación han realizado reuniones informativas con los habitantes del pueblo. Para mencionar un dato doloroso ,  en El Cabo hay únicamente una letrina para cada 10 personas, y  al encontrarse en un estado deplorable y rodeadas de animales domésticos, no ofrecen ninguna garantía para la salud.

 Además de esto, los desperdicios se encuentran por doquier, en cualquier quebrada, y  los casi 1000 habitantes no disponen de ningún servicio de eliminación de desechos orgánicos ni inorgánicos,   con lo que los cabeños botan la  mitad de las basuras al mar o al río, y queman la otra mitad.  El problema, sin embargo, no es exclusivo de esta  comunidad costeña, sino que ocurre a nivel nacional debido a que en el Ecuador  no hay una política concreta por parte del Gobierno en cuanto a la eliminación de residuos, ni de  la  distinción del tratamiento respecto a las basuras según sus cualidades biodegradables.

 A causa de la falta de sistemas de saneamiento proliferan, entonces,  las enfermedades en el país, y la dificultad se agrava cuando las cifras de muertes que se llegan a saber son con frecuencia subregistros de la realidad, es decir, no  se corresponden con el número real , que suele ser más elevado. Enfermedades que, en una pequeña comunidad como  El Cabo, han llegado a  causar  la muerte de 6 personas por la malaria en pocos meses, la fiebre tifoidea y la bronquitis, y hasta el mes de Agosto de 1998,  se habían registrado ya 15 casos de paludismo en el pueblo, una cantidad sensiblemente menor a la registrada en 1997, con 20 casos, todavía reciente el fenómeno del Niño. Según nos informa el doctor del Seguro Social Campesino,  “ con la corriente del Niño aumentan las enfermedades, el agua y el ambiente se dañan, y el paludismo se da más en tiempo lluvioso”. Uno de los aciertos en  este campo ha sido la creación de “brigadas médicas”  por parte de la “Fundación para el desarrollo de San Francisco del Cabo” que, con la participación de la FOIN, la Federación de indígenas del Oriente, ha aportado  medicinas y personal médico, una iniciativa inédita en el Ecuador que permite una comunicación directa y recíproca entre el Oriente y la Costa.

 Otras enfermedades comunes en el lugar son la tuberculosis y la anemia, así como las afecciones de la piel. El problema más grave sigue siendo, sin embargo, la falta de medicinas. Así nos lo recuerda Lastenia Cimisterra, enfermera del Seguro Social Campesino , a  la que visitamos mientras caminamos por la calle principal del pueblo y vemos el local,  creado hace cuatro años, en el que no existe un equipo de primeros auxilios  y a donde no siempre llegan los medicamentos gratuitos acordados que deberían de beneficiar a 120 familias.:”La gente acude al dispensario cuando hay medicinas, y en estos momentos llevamos más de 6 meses esperando el suministro, que no llega “. Por fortuna, los cabeños  se benefician de la “farmacia popular”, una donación de UNICEF que funciona en el Subcentro de Salud  por medio del siguiente mecanismo: los medicamentos donados se venden a un precio módico y el dinero va a una libreta de ahorros que sirve para comprar  las medicinas  que requiere la comunidad.

En todo caso,  otro grave problema es que la gente se automedica en San Francisco, y no existe ningún tipo de control sobre esto, y menos en caso de apuro: “La emergencia es por la noche, y como se dice aquí en ocasiones al tanteo no más se le da la pastilla”. En cuanto al número de pacientes, Lastenia nos indica: “ Son 30 las personas que atiende  el médico diariamente, y  más cuando estoy sola”.

En consecuencia, como apuntábamos anteriormente, toda emergencia se la atiende en Muisne, pese a la distancia y lo difícil de la movilización.  En este sentido, se presentó al Municipio de Muisne una idea cómoda y barata como medio de transporte: un carro tirado por caballos, proyecto que fue rechazado .   Pero lo verdaderamente inusual  es el equipo de odontología entregado al pueblo por la´ Fundación para el desarrollo San Francisco del Cabo´ y la Cruz Roja suiza, un servicio  inexistente  en  la mayoría de los pueblitos del Ecuador. Por otra parte, quizá se esté dando una importancia excesiva al medicamento, muy necesario siempre, y no tanto a la prevención de las enfermedades.

 Referente a  la medicina popular, por ejemplo, sus prácticas gozan de gran acogida entre los cabeños, especialmente entre las mujeres de la comunidad, ya que son éstas, al igual que en otros tantos lugares, las portadoras de este tradicional conocimiento. Así nos lo transmite la enfermera Lastenia : “En San Francisco del Cabo , la gente combina la medicina facultativa con el saber ancestral  de curanderos y comadronas  que aportan su conocimiento”.

Para curar se utilizan, entonces, hierbas, “montecito” como el paico contra los parásitos, hoja de guanábano para combatir la gripe, o la hierba llamada concha de la virgen para el mal de ojo, remedios caseros baratos y efectivos.  Por  ejemplo, al momento del parto,  todavía existe el temor por parte de las mujeres  de hacerse atender por el médico, y acuden principalmente  a las 10  parteras  que atienden en el pueblo.

Continuamos, pues  nuestra ruta a través de San Francisco de  El Cabo deteniéndonos en esta ocasión frente a las tranquilas aguas del río San Francisco que baña el lugar, y desde allá  vemos cómo regresan de su faena,   sobre las cinco de la tarde, los pescadores. Con ellos cargan la corvina, el pargo, el guato, el toyo, y una enorme lisa que acaban de capturar hoy en la mar. Casi toda la pesca la venderán  en Muisne, donde la libra de pescado se paga a  4000 sucres, el doble de lo que cuesta en El Cabo. En el mercado, además, la presencia del intermediario perjudica gravemente las expectativas de superación de los verdaderos trabajadores de mar.  Si la suerte acompaña, también están el camarón, el cangrejo, la langosta, el langostino, el calamar y el pulpo , productos que venderán más caros porque cada vez son más escasos, en parte a causa de los grandes pesqueros que no respetan la zona de pesca artesanal y arrasan con estas valiosas especies. Como muestra, comentaremos que sólo una libra de camarón se paga a 20.000 sucres en Muisne, y cada pieza grande de langosta un pescador la puede vender hasta en 10.000 sucres, equiparándose todos estos precios  al proceso inflacionario que vive el país, por lo cual suben los costos y el precio al público en relación a estos datos, que corresponden a 1998.

 Para contrarrestar las pérdidas, los pescadores de El Cabo se han organizado en cooperativas de ahorro y crédito, y cuando arriban las barcas, aprovechamos la ocasión de conversar con el presidente de la ”Cooperativa de pescadores 3 de Mayo”,  el señor Jordán Figueroa, que nos pone al corriente de las dificultades que atraviesa este sector clave en la economía cabeña: ´Con la crisis, los precios del combustible se han disparado y ya no resulta rentable salir a alta mar. Más cuentan los fletes que el producto mismo”.

Encontramos, pues, que en los buenos meses de pesca, de Octubre a Febrero, un pescador puede ganar un promedio de 2 millones mensuales, pero en temporada baja gana únicamente unos 500.000 sucres máximo;  estas ganancias se reparten a medias, una vez separados los gastos de combustible y otros,  el dueño de la embarcación y los pescadores, que suelen ser normalmente tres. En este contexto, quizá lo que más perjudica es la falta de créditos para expandir la actividad pesquera, e incluso para reponer, en muchos casos, los instrumentos de trabajo.  Un poco más adentro en el río, divisamos tres camaroneras, que se han instalado aprovechando sus aguas. La industria del camarón, de grave e irreversible impacto ecológico, está  afortunadamente poco desarrollada en San Francisco del Cabo si comparamos con lo que acontece en Bunches, que es el recinto más grande de esta parroquia, donde queda más manglillo que árbol de mangle propiamente dicho.

Bordeando el río, nos adentramos de nuevo en el pueblo y nos vamos de largo, caminando por los senderos, donde vemos unos espectaculares pavos y  un agricultor nos ofrece unas deliciosas toronjas para apagar la sed. Disfrutamos, en nuestro paseo, de la visión de cocoteros, árboles de guaba, chontaduro y  mamey, sapote y guineo. Vemos, asímismo, que  la actividad agrícola- ganadera, el otro sector productivo importante para los habitantes de El Cabo,  está en la actualidad en las peores condiciones debido en parte a la acometida del fenómeno del Niño, que anegó cantidad de hectáreas de tierras sembradas e inutilizó otras destinadas a la siembra. Imagínense el caso del cacao,  que se cosecha cada 3 o 4 años, y cada quintal cuesta 130.000 sucres como máximo en San Francisco del Cabo,  una gran pérdida para los campesinos. El verde, el arroz, y la caña de azúcar para hacer guarapo son , junto a la yuca , el gimbe y el camote, los productos típicos de esta tierra costeña, la alimentación básica de los cabeños.

 Sin embargo, a un lado y otro del  hermoso camino vemos grandes huecos en la vegetación, constatamos entonces  que  la tala de madera  se viene haciendo de forma indiscriminada, sin reforestación de este importante recurso. Acá tenemos maderas duras y finas como la caoba, el laurel y el guayacán, utilizadas para la confección de muebles, y otras menos duras como el nasde,  la jagua,  el matapalo, la madera de sándalo, de ovo,  de pechiche, de palo amarillo, o de guayabo. Una inmensa variedad, por lo tanto, de riqueza forestal  que está sobreexplotada por la industria maderera en esta zona del Ecuador.

Regresamos, pues,  a nuestro punto de partida, con la amenaza de la lluvia que enloda los senderos, y damos por finalizado nuestro recorrido conversando con los cabeños sobre la falta de confianza en las instituciones gubernamentales y de otra índole que han venido prometiendo, a través de los años, unas mejoras que han resultado ser únicamente un punto que  se  reiveindica en época de campañas electorales, en el contexto de las prácticas políticas corruptas y el cansino discurso de la demagogia. A pesar de todo,  la gente de San Francisco del Cabo espera las mejoras y continúa, junto con la colaboración de organizaciones que, como la ´Fundación para el desarrollo de San Francisco del Cabo´ sí están realizando, además de proporcionar ayuda económica directa,  acciones concretas  como talleres y cursos de capacitación,  y una labor positiva a la búsqueda  de factores que, al igual que fomentar el trabajo comunal,   permitan  a la población  mejores formas de convivencia  y refuercen  sus valores culturales y de tradición sin dejar de lado una necesaria implementación de tecnología.

Pero éste es un equilibrio difícil de lograr  a  causa de  su ubicación geográfica  ya que la relación de los sanfrancisqueños con el exterior  gira en torno a las mareas , dependen de éstas tanto para salir de pesca como para movilizarse a Muisne y de ahí al resto del país. Esta situación  no genera consecuencias positivas siempre, tal es el caso de la excesiva expectativa de consumo  de artículos suntuarios, electrodomésticos y demás, que empiezan a copar la vida de las gentes. De este modo,  muchas actitudes  terminan imponiéndose sobre las costumbres locales, como sucede en miles de pueblos de nuestro  Ecuador. Esperamos, pues,  que el  afán de superación de  sus  habitantes genere un desarrollo proporcionado y que haya   una respuesta positiva por parte de los órganos gubernamentales para sacar de su  condición de aislamiento a  este perdido lugar,  San Francisco de El Cabo, tan lejos y tan cerca de todos los ecuatorianos, mucho más que un peñón envuelto en la bruma.

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